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Brian Massumi

Virus americano

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Darle un rostro a la amenaza. Tras el 11 de septiembre, el lenguaje en torno a la amenaza terrorista adquirió un toque viral. Las comparaciones directas entre terrorista y virus se hicieron frecuentes. Ambos podían golpear inesperadamente, irrumpiendo súbitamente bajo el umbral de la percepción, atacando con inhumana implacabilidad y letalidad dispersa, cuando no con precisión asesina. El umbral de la percepción se hacía coincidir con la frontera nacional. El terrorista era el “enemigo" sin rostro, tan "otro" como un pícaro hilo de ARN escondido en un cerdo, esperando a detonar en carne humana.

 

En medio de esto, un terrorista doméstico entró en acción. En mayo de 2002, comenzaron a explotar buzones de correo en el Medio Oeste: 18 artefactos explosivos improvisados, desde el centro de Texas hasta el norte de Illinois. Los ataques parecían seguir un patrón, punto por punto incendiario. ¿Era este un mensaje de los enemigos de la nación? ¿El preludio de un ataque más grande? Hubo pánico, seguido de una cacería humana a lo largo de varios estados. Cuando el perpetrador fue aprehendido antes de completar el plan, explicó que había previsto 24 explosiones. Calculó que necesitaba seis más para terminar de dibujar el patrón de una cara sonriente en el corazón de la nación.

 

La sonrisa de metralla del Bombardero de la Cara Sonriente era como una caja sorpresa desarticulada luciendo una mueca ¡sorpresa! Has conocido al enemigo, y eres tú.

 

Sobre varios regímenes de miedo. El Bombardero de la Cara Sonriente tenía bombas de tubo. Hoy tenemos emoticones. Todavía tenemos bombas de ARN que son literalmente virales, pero también tenemos viralidades cero y uno en forma de troleo contagioso, traficantes de teorías de la conspiración y tweets presidenciales: artefactos explosivos improvisados para volar las redes sociales a través de sus buzones virtuales. El acto reflejo de darle rostro al “enemigo sin rostro” sigue ahí, pero sin la ironía. La cara fruncida es el emblema actual.

 

El cara-fruncida en jefe, emoticón humano Donald Trump ha hecho intentos intermitentes por ponerle un rostro a la crisis, preferiblemente uno no blanco. Se jactó del papel imaginario de su xenofóbico muro fronterizo del sur en la ralentización de la propagación. Insistió en llamar “virus chino" al COVID-19, incluso cuando los Estados Unidos se estaban convirtiendo en el epicentro de la pandemia (sugiriendo una denominación geográfica diferente). Propuso poner en cuarentena el país, separándolo de las élites costeras enfermas de Nueva York. Incluso planteó la idea de enviar militares a la frontera norte para asegurar la nación contra hordas canadienses provistas de salud universal. Estamos en "guerra” otra vez, dijo, y ¿qué es una guerra sin tropas? El tipo de "tropas" que usan isopos de prueba en lugar de armas militares, aparentemente, carecen del drama necesario.

 

La respuesta más consistente de Trump, sin embargo, no ha sido dramatizar, sino restar importancia. Animado por Fox News, le transfirió la plantilla del negacionismo climático al coronavirus. ¡Fraude! gritaron. Esta es una forma distinta de ponerle rostro, un rostro “liberal". La verdadera amenaza es la bomba terrorista del socialismo sigiloso. La nación está siendo aterrorizada, por lo que pedirá "gran gobierno". Incluso si el virus es un asesino, “la cura no puede ser peor que la enfermedad." La economía de libre mercado debe protegerse a toda costa. Sólo debemos persistir. Los más vulnerables deben ser buenos soldados y prepararse para el sacrificio para salvar al país de una amenaza peor que la muerte: una economía enferma. Los viejos, los inmuno-comprometidos, los sin-techo, y todos aquellos que tienden a quedar al final de la lista de triage en los mejores momentos (los discapacitados, personas con autismo, con Down, con demencia, los pobres) serán los héroes anónimos de la nación. Que no importe el parecido con la eugenesia ...

 

Esta doble estrategia, a pesar de su contradicción al dramatizar y restar atención simultáneamente, hizo que Trump tuviera altos niveles de aprobación (para él). Esto significa que no se trataba de una contra-dicción, sino de un acoplamiento operativo entre dos formas diferentes de proyectar una amenaza sobre un rostro con el fin de desplazar la percepción de peligro. La personificación proyectiva del peligro y la subsunción de la vida misma a la economía van de la mano. 

 

Cerca al 11 de septiembre, la asimilación del terrorista al virus se alterizó, se deshumanizó. El enemigo “no especificado” y "asimétrico" se hizo dominante, por lo que requerimos de un bromista explosivo para recordarnos que el miedo puede tener un rostro. Lo dominante ahora es el enemigo identificado, trabado en la humana simetría del cara a cara, polarizado por el odio. La alterización no se quedó atrás. Destella una personificación y calcula el peligro como si fuera nuestra otra mitad. La aprobación de Trump bordeó el 50 por ciento. Hemos conocido al enemigo, y es nuestra otra mitad. ¿Una guerra asimétrica, destellando el equivalente moral de la guerra civil?

 

¿Y qué hay de esa otra mitad? Ni personificando o economizando (extrapolando de mi propia experiencia) se sienten necesariamente golpeados y asediados. Revisan obsesivamente las noticias en un intento interminable por tomarle la temperatura a una crisis que escupe el termómetro. Conscientes de la inhumanidad del virus y de su indiferencia ante su propio evento. Plegados en su propia necesidad no correspondida de entenderlo. Aunque no personifica, esto es intensamente individualizador, como lo es el distanciamiento social inmunitario salpicado de búsquedas de las últimas cifras en Internet. ¿No es la individualización la base misma de la economía neoliberal por la que se nos pide que sacrifiquemos nuestras vidas? 

 

Dos regímenes de miedo: proyectivo-agresivo e inmunitario- defensivo. Unidos al cursor en la agonía neoliberal. ¿Este es el virus americano?

Sonrisa.

 

Cuidado con el evento. Es común decir que, ética y políticamente, el evento es un llamado a que seamos iguales a él. Personificar e individualizar no equivalen a un evento que muestra tan contundentemente nuestra interdependencia. No hay nada como apagar una economía para evidenciar lo finamente suspendidas que se encuentran nuestras vidas en una red de mutualidad. Nunca se sintieron tan integrales el tendero del vecindario o el repartidor en la existencia social. El origen mismo del virus está ligado a una red ecológica: una vía de transmisión multiespecie cuyas condiciones fueron preparadas por la destrucción del hábitat y el calentamiento global. No sólo se necesita un pueblo, se necesita un planeta. Se necesita cuidar de ambos, en consonancia con la importancia del planeta. Se necesita abrazar nuestro carácter imbri-cado en un mundo más que humano.

 

En lugar de transferirle el negacionismo climático al COVID-19, existe la opción de transferir el impulso colectivo gestado en el movimiento climático en torno a la ayuda mutua y la celebración de la vida en medio de esta crisis, yendo más allá para luchar contra esa crisis mayor de la que esta es tributaria. Esto incluye tomar pasos hacia el tipo de economía que nunca nos pediría —a nuestros vecinos, a nuestro planeta— tenderse y morir. Esto es lo que hay que cantar desde los balcones: poscapitalismo, en voz alta. No me refiero a su personificación "socialista democrática", que es más bien un intento de capitalismo con rostro humano. Es mejor que otras alternativas, pero ya hemos visto a dónde nos llevan los rostros.

 

Imbricación mutua: ensayemos algo transindividual esta vez. Un mundo más que humano: que sea multiespecies.

 

Esto es para ti, Trump y Co.: te daría una base para afirmar que estabas en lo cierto. Excepto por la parte del sigilo.

¡En voz alta!

 

 

Brian Massumi es teórico social, escritor y filósofo canadiense. 

Profesor de Comunicación de la Universidad de Montreal.

Publicado originalmente en

The Quarantine Files: Thinkers in Self-Isolation

Con autorización del autor

Traducción al español:

Marta Cabrera

Sensolab, micro-ediciones, 2020

 

Agradecemos a nuestros amigos de n-1 edições

 por la intermediación con el autor.

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